Nuestras creencias influyen en nuestra experiencia.

Seguramente no somos conscientes de la influencia de nuestras creencias en lo que vamos experimentando a lo largo de nuestra vida.
Aunque no es el estilo habitual de este blog, el inundar de referencias los post, ni presentar contenidos teóricos o experimentales, porque el objetivo es un contenido breve a la vez que funcional, en este caso me apeteció reseñar algunos antecedentes de lo que deseo explicar en él: Como nuestras creencias influyen en nuestras experiencias.
Es conocido por la mayoría de nosotros El efecto Pigmalión, que describe que las creencias de una persona sobre otra influyen en esta última. Quizá el más conocido es “El efecto Pigmalión en el aula”, por el experimento de R. Rosental y L. Jacobson en los años 60. (Pygmalion in classroom. R. Rosenthal & L. Jacobson http://link.springer.com/article/10.1007/BF02322211) en este experimento, se les dijo a los profesores que tras la aplicación de unas pruebas de inteligencia, algunos alumnos estaban más capacitados. Aunque en realidad estos alumnos habían sido seleccionados al azar. Al final del experimento encontraron que estos alumnos habían mostrado un mayor desarrollo intelectual.
El efecto pigmalión ha sido descrito en el ámbito laboral, social. También en la década de los 60, Mc Gregor y Likert afirmaron que los empleados responden según las expectativas de sus superiores. Y J. Sterling Livinstong confirma estas evidencias en su artículo publicado en Harvard Bussines Review en 1973. (Artículo de J. Starling Livinstong https://hbr.org/2003/01/pygmalion-in-management/ar/1)
Ya en 1928, el sociólogo William I. Thomas, afirmó lo que ha llegado a denominarse: El teorema de Thomas: “Si las personas definen las situaciones como reales, estas son reales en sus consecuencias”.
Este teorema ha sido explicado por el sociólogo Robert k. Merton como la Profecía que se realiza a sí misma. Según Merton, la profecía autorrealizada, es al principio una definición falsa de la situación, que despierta un nuevo comportamiento, que hace la falsa concepción original se vuelva verdadera.
No es tan importante a mí parecer, la veracidad o falsedad de la creencia inicial, sino más bien las consecuencias de la misma, en cuanto que resulten beneficiosas y/o satisfactorias para el individuo y su entorno. Ya que las creencias generan consecuencias sin importar su veracidad.
El proceso sucede en esta secuencia:
1º Es necesaria una creencia concebida como una verdad incuestionable.
2º Nuestros comportamientos serán coherentes con esta creencia.
3º Nuestro comportamiento es una consecuencia que a su vez, generará otras consecuencias.
4º Todas las consecuencias serán percibidas acordes con nuestra creencia inicial. Confirmandose a sí misma. Aquí podemos reseñar también el “sesgo de confirmación” sobre el que ya escribí en un post anterior.
Vamos a por un ejemplo… Imaginemos, o no, que tenemos la creencia de que las personas que no saludan, son antipátic@s, se creen superiores, son maleducadas y la mala educación es una falta de respeto intolerable.
En un momento aparece una persona que no te saluda, inmediatamente surge la creencia, en una cadena de pensamientos: ¡Que antipátic@! ¡Pero quien se habrá creído que es! Vaya maleducad@. ¡No voy a tolerar esto! A partir de aquí nuestro comportamiento será coherente con la creencia de modo que nos protegeremos, por ejemplo evitando a la persona, y si no es posible una evitación total, no la miraremos, así no corremos el riesgo de que nos falte el respeto. También podemos emitir conductas acordes con negar la supuesta superioridad, comportamientos de defensa y hostiles. Ahora, nuestra creencia ya tiene un par de consecuencias, la ira y un comportamiento distante y hostil. Intencionalmente, y con plena conciencia, hemos decidido convertir la interacción con esta persona, en un evento, cuanto menos desagradable. Dado este comportamiento con una intencionalidad explicita, ¿Cual crees puede ser la respuesta más probable por parte de la otra persona?
Es posible que en aquella o aquellas primeras ocasiones esta persona se encontrara pasando un mal momento, y caminaba inmers@ en sus preocupaciones, o por timidez, o por despiste, o por cualquier otra de las infinitas posibilidades. Pero, a estas alturas ya no importa, hemos hecho real nuestra creencia inicial. Y no sabremos si es, porque era una característica personal cierta, o porque nuestro comportamiento no le deja muchas otras opciones. Además, como nos gusta tanto, por seguridad, aferrarnos a nuestras creencias, aunque no sean ni reales, ni ciertas. Siempre podemos agarrarnos a aquel refrán: “Piensa mal y acertarás”. Pues sí, de una forma u otra acertarás. Como dijo Henry Ford “si crees que puedes, tienes razón. Si crees que no puedes también tienes razón.”